Dos miradas acerca de: El Divino Marqués.
MALDITOS, HETERODOXOS Y ALUCINADOS
Marqués de Sade (XIII)
Por: Javier Memba
Desde que Rubén Darío se refiriera a Donatien-Alphonse-François de Sade como "el divino marqués", han sido tantos los elogios dedicados por las mentes más preclaras de la cultura del siglo XX al hombre cuyas disipaciones fueron a dar nombre al sadismo que las contraportadas de aquellas ediciones de Editorial Fundamentos, en las que leímos a Sade en la transición, no eran sino fragmentos de aquellas alabanzas. En ellas supimos que para Roland Barthes, "la grandeza de Sade está en haber inventado un discurso inmenso, fundado sobre sus propias repeticiones (y no sobre las de los otros)". Para Octavio Paz, "Sade proclama una suerte de declaración de derechos de las pasiones", en tanto que Michel Foucault escribe sobre 'Justine' y 'Juliette' dos de las obras más celebradas del marqués "en el nacimiento de la cultura moderna ocupan la misma posición que 'Don Quijote' entre el renacimiento y el clasicismo".
Descendiente directo de Laura Noves, la musa de Pretarca, casada en 1325 con Hugues de Sade, el hombre que con el tiempo habría de ser uno de los precursores del pensamiento heterodoxo de los siglos XIX y XX, nació en París, el 2 de junio de 1740, en el seno de una familia perteneciente a la más antigua nobleza. Su vocación literaria fue temprana -integrados por poemas, libelos y comedias, sus textos de adolescencia son tan copiosos como valiosos-, pero habría de ser la de armas la carrera que emprendiera al ingresar en 1754 en una academia de caballería. Tres años después, con el grado de subteniente, toma parte en la campaña de Prusia dentro de la Guerra de los Siete Años.
Finalizado el conflicto, el marqués es capitán, pero la fama de disoluto que se ha ganado con sus excesos con las mujeres de la guarniciones, pesa más sobre su reputación que el valor demostrado en los combates. Las primeras divergencias con su padre, un diplomático tan intachable como es menester, no tardan en surgir. Dispuesto a atajar la mala reputación de su hijo, dispondrá su boda con Renée-Pélagie Cordier de Launay. Huelga decir que ello no será óbice para que Donatien continuara con su relación adulterina con Laura de Lauris y con su afición a ciertas orgías en las que no faltan flagelaciones, camas redondas y demás disipaciones.
Unas y otras le llevaran por primera vez a la cárcel en 1764. Puesto en libertad algunos meses después, será expulsado de París. El primero de su grandes escándalos tiene lugar en Arcueil, el 3 de abril 1768; el segundo, acaecido en Marsella el 27 de junio de 1772, le valdrá una condena a muerte por sodomita y envenenador. Huido a Italia junto a su cuñada -según parece su gran pasión-, su suegra personalmente se encargó de su detención.
Recluido en la fortaleza de Miolans en diciembre de 1772, en abril del año siguiente considera escaparse de ella. De las muchas residencias que habita con posterioridad, pasará a la Historia el castillo de la localidad provenzal de La Coste por las orgías que allí celebra. Será en dicha fortaleza donde volverá a ser detenido para permanecer en la cárcel hasta 1990, año en que le libera la Asamblea Constituyente.
Es durante este nuevo periodo de reclusión cuando redacta algunas de sus obras más conocidas. Tales son 'Diálogo entre un cura y un moribundo' (1782), en cuyas páginas deja constancia de un sincero ateísmo, y 'Las ciento veinte jornadas de Sodoma' (1785). Recuperada la libertad con el nuevo régimen, compaginará la presidencia de la sección revolucionaria de Piques con la escritura de textos para la escena. Pero los republicanos desconfían tanto de él como los monárquicos.
Vuelto a encarcelar en 1793 tras salvarse de la guillotina, antes de volver a prisión ha tenido tiempo de escribir su obra más conocida, 'Justine o las desventuras de la virtud' (1791), una de las pocas novelas que se le permitirá publicar en vida. Liberado en 1794, el escándalo suscitado por sus escritos, en los que se muestra nihilista hasta el punto de satirizar al mismísimo Napoleón, le llevará de nuevo prisión en 1801. De la cárcel pasará al manicomio de Charenton, permaneciendo recluido hasta su muerte en 1814.
De los 74 años vividos por el divino marqués, treinta de ellos se consumieron en la cárcel. La mayor parte de sus obras fueron prohibidas por la censura de todos los países hasta el siglo XX. Antes de que se permitiera su libre circulación, Donatien-Alphonse-François de Sade había sido reivindicado por cuantos autores y artistas se han rebelado contra los valores y las obligaciones de la sociedad burguesa. Desde los poetas malditos hasta los surrealistas, desde Nietzsche a Sartre, pocos autores han ejercido una influencia tan grande en la heterodoxia de los últimos dos siglos como el marqués.
Extraído de: http://www.elmundo.es/elmundolibro/2001/08/12/anticuario/997185001.html
El Marqués de Sade
Norbert-Bertrand Barbe
Se considera a menudo Sade como el representante exclusivo de perversiones personales, impropias y violentas. Barthes así deja suponer en el guión que hizo con su coetáneo Maurice Blanchot por el filme Salò o le 120 giornate di Sodoma (1976), de Pasolini, ubicado durante el fascismo, los ultrajes sádicos siendo metáforas del salvajismo de la época. Parece evidente que las perversiones de Sade, por su carácter extremo, les son muy personales, y pueden estudiarse desde la perspectiva psicológica como fenómeno aparte. Sin embargo, la disciplina histórica enseña que no hay fenómeno totalmente aislado, el mismo Freud así lo plantea, cuando, al reconocer en sus pacientes síntomas similares, saca normas generales del comportamiento humano. Paradójicamente, es el artículo de Barthes sobre Sade (Sade - Fourier - Loyola, 1971) que tiene el mejor enfoque, proponiendo considerarlo como un filósofo libertario de la Ilustración.
Sade ofrece en sus libros, desde el título y las primeras páginas de La filosofía en el tocador o Los Institutores Inmorales (1795), una filosofía naturalista, al igual que Rousseau, en la que las atracciones naturales se oponen a las prohibiciones sociales creadas. Es también La filosofía en el tocador autoproclamada ilustrada y libertaria, donde Sade, en el "Diálogo V", como Voltaire (Commentaire sur le livre Des Délits et des Peines par un avocat de province, 1766, cap. X), y a diferencia de Rousseau (Contrato Social, Lib. II, cap. 5), condena la pena capital. Así los temas de Sade no son tan limitados y personales como se cree. El erotismo abierto y juguetón de pintores rococó como Boucher o Fragonard muestra mujeres desnudas, lascivas o parties carrées, que son antecedentes a Le déjeuner sur l'herbe en el s. XIX, o, en forma más sutil, a las sensuales Odaliscas, de Ingres. Son múltiples las novelas que, en el s. XVIII, presentan historias sugestivas de mujeres, a menudo bajo barniz moral, igual que desde el s. XVII se presentaba a los gozosos monstruos pretextando sacarles una enseñanza moral, cuando se gustaba ante todo de las maravillas de sus historias, las cuales pasan felizmente al ámbito naturalista con Moby-Dick (1851), de Melville. Las desdichadas mujeres manipuladas por las circunstancias (Moll Flanders, Fanny Hill) o hasta por sus propios novios (Manon Lescaut, Les Liaisons dangereuses), además de no siempre arrepentirse (Fanny Hill, Manon Lescaut, Les Liaisons dangereuses), ofrecen un desenfreno en el mal que provee al lector cierto placer perverso en verlas a veces volverse dominadoras de hombres (Fanny Hill, Manon Lescaut, Les Liaisons dangereuses), o ser juguete de un destino social contrario (Moll Flanders, Fanny Hill), o de descenso de clase (Manon Lescaut, Les liaisons dangeureuses) que prefiguran las perversiones más explícitas de Belle de Jour (1967), de Buñuel, a su vez contraparte de la romántica Belles de Nuit (1952), de René Clair. Dominando hombres, también evidencian juegos de roles como Journal d'une femme de chambre (1900), llevado a la pantalla por el mismo Buñuel en 1964, o Les Bonnes (1948), de Jean Genet. El moralismo final del castigo venéreo en Les liaisons dangereuses, donde Mme de Merteuil, instigadora del pecado, termina tuerta tiene eco en La paysanne pervertie (1784), de Restif de la Bretonne, novela que combina los rasgos de las otras obras, siendo historia de la ascensión social de una campesina, su caída en la lujuria y la prostitución atraída por una vida fácil, su redención en la fe (como Moll Flanders), pero que en Restif no impide el castigo final. Contraparte de Le paysan perverti (1775), que es su versión masculina, La paysanne pervertie revela que la simbología de estas obras no tiene que ver con los géneros, sino con parodias morales más complejas y generales, siendo asimismo en los libros de Sade no sólo las mujeres, sino también los hombres los que se prestan a variaciones e intercambios de los papeles. Tampoco se puede decir que dichas temáticas son propias del s. XVIII, pues existieron anteriormente (Mil y Una Noches, Conde Lucanor, Decameron, Cuentos de Canterbury). Propia es la búsqueda de liberación respecto al discurso simbólico o moral que representan los relatos eróticos, el erotismo viniendo a ser el arquetipo de la cuestión social (La filosofía en el tocador, "Diálogo V"), por la identificación entre nobleza pervertida y desinterés social con Luis XV y el rococó, arte orientado a juegos amorosos, y, en contraparte, por la influencia irremediable que en literatura, arte culto, tuvieron los dogmas implicados por dicha autoridad real. Confirma nuestro planteamiento el uso casi exclusivo de todas las obras citadas del género epistolar, no sólo como elemento verista (por oposición a la novela tradicional), sino como referencia al gusto de la corte para las cartas (Mme de Sévillé, Saint-Simon).
Otra pregunta es, por ende, si el discurso de Sade favoreció mayor igualdad fundamental, lo que se puede estudiar, ya no por la responsabilidad del autor, sino por cómo se entendió su legado, mediante las manifestaciones sádicas en arte y literatura. La respuesta es doble: positiva, ya que Jean-Jacques Pauvert fue condenado por editar primero Juliette (1947), después Les cent-vingt Journées de Sodome (1954), y, en forma de suscripción, las Obras completas (15 t., 1963-1968), de Sade, afirmándose así el legado de Sade como vigente y relacionado históricamente con los movimientos de liberación sexuales y sociales, todavía en el s. XX. Negativa, la literatura sadomasoquista presentando los tipos de relatos siguientes: hombre dominado por mujer, hombre dominado por el amante de su propia mujer (lo que ahí remite a La Venus del abrigo de piel, 1870, de Sacher-Masoch, padre del masoquismo como Sade del sadismo), mujer dominada por hombre, mujer dominada por la amante de su propio hombre, mujer dominada por mujer. En estas variantes es ausente una: hombre dominado por hombre, revelando el fundamental carácter patriarcal de las obras sadomasoquistas y su identidad formal con el discurso dominante (el lesbianismo, satisfaciendo aquí la fantasía masculina, sin implicar homosexualidad per se). Idénticamente se hace comercio de la dominación femenina (WHAP: "Women Who Administer Punishment",...), pero no de la masculina, asumiéndose en el sadomasoquismo dos elementos definitorios del "contrato matrimonial" tradicional: pago del hombre por un servicio sexual de la mujer, gratuidad del acto masculino hacia la mujer que es su propiedad (Manon Lescaut, Les liaisons dangereuses).
La no resolución global del problema de género mediante el discurso post-sádico enseña, y confirma por otra vía, que el discurso de Sade se inscribe en y debe leerse desde la moral de su época. No es objeto atemporal, propio de una neurosis personal.
Extraído de: http://www.elnuevodiario.com.ni/2006/03/04/suplemento/nuevoamanecer/1680
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