De lo amado amo los pies, primera parte del poemario Trilogía del deseo (Libro inédito).
III
Pies pequeños.
Pies de niño.
Sin heridas;
sin lados duros.
Suban y bajen de los toboganes.
Suban y bajen del sube-y-baja.
Suban y bajen de los columpios.
El parque.
En el parque había un laberinto.
No era muy grande,
pero algunos niños se perdían.
Yo me perdía con ellos. Entonces
cuántos pies enterrados en la arena, protegiditos
como si ocultásemos
alguna cosa.
Al final de la tarde
llegaban los padres,
los hermanos,
las niñeras.
Qué fácil lo quebraban todo
con sus coherentes palabras.
Todos nos encontrábamos.
Todos nos despedíamos.
Pie de niña.
Pie de niño.
Y pensar que una vez serán tan distintos
y ahora son tan iguales.
¿Cómo poder mirarte
sin sentirme abochornado?
Vieja insolente,
histéricas madres y padres cornudos,
parejitas de universitarios
que vienen a mejor pasar sus horas, ¡largaos!
Déjenme disfrutar
del mejor momento de mi tarde.
Esta tarde,
en este parque,
también hay un laberinto.
Sus paredes son tan delgadas,
tan transparentes,
que podría atravesarlas sin ningún apuro.
Salir es fácil.
Entrar es fácil.
Llegar al centro,
no.
© Luis M. Hermoza
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