Blogia
El Rincón del Diablo

Una de tantas muertes

Una de tantas muertes  

 

"'Cantar de Helena y otras muertes' es el libro primigenio de Fernando Carrasco Núñez, joven narrador peruano, con el cual llegó a ser finalista en el 2do Concurso de Cuento y Poesía Dedo Crítico 2004, y que hizo su aparición recientemente este año, vía LIMAPOP Editorial. Fernando Carrasco nos hace entrega de una serie de historias plagadas de una oscuridad que nos envuelve a través de un lenguaje ataviado de recursos poéticos que sirven de base para el motor de cada uno de sus relatos: la inextricable psicología de cada uno de los personajes y su cercano nexo con el tiempo y la inevitabilidad de la muerte.

Aquí uno de los relatos que sintetiza el eje temático de este inquietante libro".

 

Di@bòliko 

DIRECTOR OFICIAL DE ESTE INFERNÁCULO

 

 

 

 

 

 

MISTERIOSA CONFIANZA

 

 

 

Porque es fuerte el amor como la muerte

y la pasión tenaz como el infierno

Cantar de los Cantares

 

 

 

 

Creo que la culpa de todo la tiene papá. Cuando papá murió, mamá quedó desprovista de una parte de su ser. Se habían conocido en este pueblo desde niños y, años después, siendo aún adolescentes, los abuelos decidieron casarlos, pues mi madre había quedado embarazada. Así nació Absalón. Dos años después nací yo. Durante los años que vivieron juntos no tuvieron más hijos. Podría decir que vivían felices hasta que sucedió lo imprevisible y, poco después, lo inevitable: papá traicionó a mamá y por eso obtuvo una muerte muy merecida. Pero esa muerte la sumió en una horrenda soledad e hizo que Absalón se acercase más a ella hasta conseguir su entera confianza. Esto trajo consigo una nueva traición y a tenerme a mí en estas circunstancias. Por eso afirmo que la culpa de todo la tiene papá. Sin embargo, he oído a la gente del pueblo comentar que él traicionó a mamá porque ella posee un carácter muy extraño que los llevaba a sostener discusiones muy acaloradas.

Yo creo que eso es mentira. Mamá es una mujer muy sensible y demasiado justa. Lo que sucede es que ellos son incapaces de comprenderla. Más de una vez he notado cómo contraen el rostro cuando la ven sonreír o cómo huyen temerosos cuando la notan enojada por alguna causa. Por el contrario, yo la comprendo bien y le concedo la razón en todo. Tal vez por eso, últimamente, algunos han empezado a comentar que yo me parezco muchísimo a ella. Mi hermano Absalón también la comprendía, a su manera, pero al final terminó destrozándola de la misma forma como lo había hecho papá: resultó idéntico a él y, por lo tanto, tan distinto a mi madre y a mí.

Cuando papá murió, Absalón tenía quince años. Por supuesto que nos había afectado mucho su partida, pero lo que más atormentaba a mi hermano era la soledad de mamá. Después de las visitas de rigor de los parientes cercanos, ella no quiso recibir a nadie más. Incluso, en ciertas ocasiones, llegaban algunos presentes para ella, pero ni siquiera los veía. Atraído por el perfume, yo siempre leía las tarjetas: eran de antiguos amigos de papá. Mi madre había decidido recluirse en su habitación, la cual para nosotros era como un santuario, un lugar sagrado, prohibido, donde trataba de sobrellevar la vida, internándose noche tras noche en otros tiempos.

Meses después, mi hermano Absalón fue floreciendo y sus rasgos se fueron tornando conmovedoramente similares a los de papá: los mismos mechones enmarañados sobre la cabeza, los mismos ojos marrones e inquietos, la misma sonrisa ronca y pausada, la misma complexión robusta y lozana como un sauce. Por esos días, mamá empezó a llamar a mi hermano a su habitación. A mí nunca me había llamado. Pero el hecho que mi hermano hubiera tenido acceso a ese lugar fue inicialmente mágico, sublime. Me convencí de que lo imposible no existía. Por otro lado, siempre creí, y creo aún, que todo respondía a razones de una misteriosa confianza. Tal vez mi madre aún no confiaba en mí. En los días siguientes, continuó llamando a mi hermano a su habitación. A veces lo hacía después del almuerzo o por las noches, cuando creía que yo dormía plácidamente.

Por esos días, Absalón era el muchacho más solicitado por las jovencitas del pueblo. Ahora sabemos que su figura se había paseado por pueblos vecinos. Meses después nos enteramos, por ciertos comentarios, que Absalón estaba en amoríos con una muchachita, que según se decía, estaba embarazada. Yo no quisiera juzgarlo, pero creo que se equivocó. Sí, se equivocó, porque encima de todo faltó a la confianza de mamá. Yo los escuché una noche. Ella le decía: "Ahora lo eres todo para mí. Nunca me decepciones como lo hizo tu papá".

A pesar de todo, estoy seguro de que mamá tiene la razón, por eso ayer hizo lo que tenía que hacer. Cuando por la noche Absalón llegó algo bebido, ella lo llamó a su habitación, lo recibió cariñosa y lo acostó sobre la cama. A través de la ventana entreabierta la vi sacar de la gaveta el revólver antiguo de papá, y, sin ningún reparo, le disparó a la altura del corazón. Ella quedó afligida llorando tiernamente sobre el pecho mojado de mi hermano En aquel instante ingresé a la habitación y traté de calmarla, pero resultó inútil.  

Ahora, acabo de arrojar el cuerpo de mi hermano al río. Creo que por las circunstancias será fácil justificar su ausencia. Además, este es un pueblo pequeño de gente que nunca ha comprendido nada acerca de mi madre y de mí. Todo este camino de regreso a casa me ha parecido una eternidad. Las primeras luces de la aurora se insinúan sigilosamente. La casa está en silencio. Nadie en la sala, nadie en el cuarto de Absalón, nadie en el cuarto vecino, el pasadizo, la habitación de mamá. Ingreso lentamente. Mamá está frente al espejo. Se le nota aún algo afligida. ¿Qué pasó?, pregunta, en voz baja. Pues nada, todo bien, le respondo. Esboza esa particular sonrisa que solo a mí me cautiva y me llama con la inquebrantable resolución en sus ojos de reafirmarme su injustamente pisoteada confianza.

 

_______________________________________________________

Fernando Carrasco Núñez (Lima, 1976)

Estudió en la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle La Cantuta y realizó una Maestría en Literatura Peruana Y Latinoamericana en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha sido distinguido es diferentes certámenes literarios como en los Juegos Florales Alberto Hidalgo (UNE, 1997) y en los Juegos Florales Jorge Basadre (UNMSM,2003). Igualmente en el Concurso de Cuento Alfredo Bryce Echenique (ACJ, 2003). Su libro de cuentos Cantar de Helena y otras muertes fue finalista en el Segundo Concurso de Cuento y Poesía Dedo Crítico 2004. Sus textos de creación y ensayísticos han aparecido en revistas especializadas de la capital como San Marcos, Dedo Crítico e Ínsula Barataria. Actualmente se dedica a la docencia en instituciones de Lima y Huánuco. En esta última ciudad forma parte del consejo editorial de la revista Letra Muerta.

E-mail: fernandoliterat@hotmail.com

 

 

 

0 comentarios