3 veces 3: Confesiones de Mantícora / Atahar / Lindero Prohibido: Las nuevas esferas poéticas y narrativas de Gonzalo Pantigoso
I
333 / confiésate animal nocturno / números simplificados rotan con resplandor medialunar / irónica melodía / alrededor de esta bitácora / esperan tus espejos proyectando luz a sus versos / esperan tu sonrisa / esperan una trinidad oculta en este rincón escarlata / infierno carnal / paraíso abstracto
II
ataharme: tus ojos soltando los nudos
de esta poesía para que fluya como río
en los andenes de tu cuerpo
III
Luego de viajar por un camino de versos, un lindero prohibido se abre a tus ojos, inextricables historias abren sus pétalos, y muestran sus breves pasos a través de este recinto rojo. Tú, ángel de alas grises, observas el paraíso transparente a lo lejos. Pero no corres hacia allá, no pronuncias los nombres de los frutos. El paraíso está dentro de estas paredes, dentro de esta piel deteriorada: en tu interior.
Aquellos relatos abren las ventanas de tu cabaña extraviada, y te muestran el camino a la mágica nube de un mundo distinto, virgen."
Di@bòliko
(incontinenti de una fiebre triádica de inspiración
al repasar estas líneas horadadas por el viento y la luna)
3 OBLICUO
La lluvia moja tu ausencia que tiembla de frío
desnuda sin palabras
Desde este lugar recostado en mi tristeza
siento mi vida deslizarse
por un torbellino de angustia y roquedal
porque no vienes junto a mí
porque vuelas como gaviota blanca
por los secretos del viento
sin posar en esta isla solitaria que te extraña y espera
que te siente y acaricia
lugar donde los días renuncian a besar la vida
donde muere la primavera sin llegar a las rosas
donde la lluvia se despide tiernamente
y junto a mí queda tu ausencia
abrazándome
GAVIOTA BLANCA
Aún no sé cómo todas las tardes enrumbo por la escalera
de siempre
y me atrevo a mirar desde esta desesperación hecha montaña
el horizonte perdido
Todo es sombrío en esta tarde de arena
en que han minado los caminos y la vida
lo han cercado todo estratégicamente
arrinconándonos en este territorio mortal
Busco tu presencia de gaviota blanca
para juntos atravesar la vida como el viento al rojo vivo
Ven que te aguardo junto al repicar armonioso de la cólera
buscando con las manos al interior de la tierra
las raíces del sol
Sé que también desesperas al ritmo de las cadenas que crecen
que los estigmas cada día más extensos
hieren el color de tus ojos que tanto extraño
Ven con tus pasos silenciosos destronando los otoños
el horizonte debe ser nuestro
con su sol y sus estrellas
TERCER MANUSCRITO (fragmento)
Amor
-trigo maduro en la espiga de mis sueños-
cada luna
cada sol
sin ti he habitado el íntimo silencio de una ola muerta
el fuego del único beso que se añora y no se posee
Hoy siento por fin tu presencia calzándose mis sandalias
veo tus huellas en el lento caminar de la tarde
y escucho tu voz en el secreto lejano que me llega
Ven
besa este perfil dolido de tanto rescoldo
por el hombre que aún no llega
reconoce en él a la noche ardiendo de nostalgia
a la desgracia humana cayéndonos verticalmente
desde el principio
hasta el final
todo está en mí
doliéndome
mira al mundo perdiéndose en las raíces hórridas del tiempo
aquí es donde a los hombres
nos acechan los inviernos cercenables
o los veranos cruelmente estacionarios
juntos debemos ser el canto cristalino de un río
invadiendo la noche de plenilunio
Has bajado de la esperanza para habitar mi corazón raído
-la vida pasa por sobre nosotros
como un tropel de mil caballos ciegos-
y por todo lugar de mi ser que indague tu índice
brotará la desesperación de no haber nacido...
(De: Confesiones de Mantícora)
CORAZÓN DE CENIZA
En esta noche de silencio raro y denso
un río de puñales atraviesa mi cuerpo
y una angustia de kilómetros
me hunde en el mar de la nada
A veces no sé de dónde nace
el canto que me hurta el aliento
será tal vez el presentimiento de que un día olvidarás
que en secreto originábamos los crepúsculos
que cabalgabas en mí
desde el origen de tus urgencias
amando mi sed torrencial
y nuestras tardes raicales de fuego constante
O será tal vez que hoy
no tenemos lugar para el exilio
y debemos volver a la ciudad
a introducirnos en su corazón de bestia
a perdernos en su laberinto de humo y olor grave
y dejar la huella de nuestra locura
como vestigio inconfundible de nuestra presencia
para cuando el tiempo eche a volar el verano
y llegue sin ti
el remanso de la dicha
y la vida sea un reino
inaugurando su corazón
de ceniza
CANCIÓN DEL OLVIDO IMPOSIBLE
Cotidianamente consagro el rito
de incendiar la pradera de tu recuerdo
pero ante el olvido
tu presencia emerge intacta
ataviada de veranos y urdida de horizontes
En vano pretendo incendiar la noche
detenida en la colina
quemar las estrellas
la arena
y tus palabras
Por sobre todos los presagios
siempre poseo un sueño
anhelando tu ternura
Un canto arrulla tu voz desde la distancia
y una palpitante soledad vuelve a nombrarte
como la palabra hacedora de vendimias
Sé que el alba jamás desistirá del irrevocable destino
de traerte a mis playas
que algún día caeré rendido definitivamente
ante el infalible velamen que me arrastra
a la estación donde todo eres tú
y nada soy yo
sin ti
SIGNO ATÁTICO
Porque el olvido es la mágica puerta
que me espera
navegaré por un mar que no aguarda mi presencia
Reconoceré en las llanuras marinas
el viento fenil de tu ausencia
Recordaré entre mareas y tormentas
que habité el silencio
y que te amé desde ahí subterráneamente
No habrá morada alguna donde deje tu recuerdo
El signo atávico encenderá siempre
el latido del verano
Tu recuerdo inmarcesible llenará de dulzura
los abismos y los vértigos que me esperan
Tú serás el fervor de los días estériles
la incandescente noche de grietas húmedas
y el último canto deseado
para sobrevivir en júbilo
a la tempestad
de las aguas
(De: Atahar)
MARIELA DEL JUNCO
Una vez más, Mariela del Junco, la sensual bailarina de música flamenca, se presentaba en el teatro. En cada actuación lucía sus vestidos de vuelo ancho, dejando notar su frágil cintura y haciendo soñar con su cuerpo, tras sus rítmicos movimientos.
Aquel hombre había ido a verla por cuarta vez y la contemplaba extasiado como siempre. Ella parecía haberse dado cuenta y le regalaba los requiebres de su cuerpo al compás de la música.
Llegó la última presentación. Al día siguiente partirían a otra ciudad. Su promotor al ver nuevamente a aquel hombre se llenó de celos. Desde el inicio de la actuación fue testigo del sentimiento, el que ahora parecía ser compartido. Permanecía oculto entre los bastidores, observando cada mirada, cada gesto. Hasta que llegó el momento en que ya no pudo soportar más y fue hacia el director de escena diciéndole:
- ¡Deténganla, deténganla, para la música!
- ¿Pero qué tienes, estás loco acaso? ¿Qué te sucede?
- ¡Deténganla te he dicho, que ya no siga más!
Y el director la detuvo. El promotor salió al escenario cuando los aplausos resonaban efusivos y Mariela, toda desconcertada atinaba a dar gracias y regalar una sonrisa a su admirador, quien besó una rosa y la arrojó a sus pies. Obnubilado por los celos, el promotor no pudo contenerse; sacó un puñal y frenéticamente lo clavó una y otra vez en el cuerpo de Mariela arrancando gritos de asombro y de terror al público.
En el escenario, sólo quedaron esparcidos entre los pétalos de una rosa, los restos inservibles de aquella gran marioneta que un habilidoso titiritero daba vida, noche a noche.
EL GALLO
Ella cogió el puñal debajo de la almohada. Él yacía dormido dándole la espalda. Era la oportunidad, no la desperdiciaría. Sin hacer ruido lo levantó en el aire como una ofrenda, en ese instante cantó el gallo. Se detuvo, sintió algo de sí, lentamente guardó el puñal. Su animal interior se había espantado. Mañana será, dijo entre sus labios. Luego se acostó y se quedó dormida.
Hoy han vuelto a acostarse, él está de espaldas y esta vez, el gallo no cantará.
LAS PIEDRAS
Hoy, inquebrantablemente como todos los días, desde hace siete años, lo ha visto pasar con su dorso desnudo y su caminar ligero hacia la playa. Ha sido casi a la misma hora de siempre, como un rito de fuego constante ardiendo en la cotidianidad de la vida.
Sin querer ha recordado cuando arrastrada por su curiosidad fue tras sus pasos para saber el porqué y para qué de aquella cotidiana travesía; y no lo consiguió, sólo lo vio allí, sentado en una de las piedras, frente al mar, con una quietud que contrastaba con el movimiento de las olas y el vuelo de las gaviotas. Se quedó con el misterio agazapado en su amor silencioso y secreto.
El fuego de la tarde comenzaba a diluirse para dar origen a la oscuridad de la noche. Era la hora en la cual él retornaba. Se asomó a la ventana para verlo aparecer y nada. A veces tardaba un poco, pero esta vez no aparecía. Su corazón fue un revuelo de palomas. Por vez primera el rito se quebraba: la tarde moría entre el ulular del viento y él aún no retornaba. Un presentimiento extraño la envolvió. Decidió no esperar más y salió a su encuentro. Al llegar a la playa, lo vio allí, sentado en esa misma piedra, como aquella lejana vez cuando lo siguió con su intriga. Algo inusual percibía en el aire, y el deseo inevitable de acercársele no lo pudo contener. Estando junto a él, con voz tímida, le dijo:
- Te has hecho tarde, es hora que regreses, el frío ya empieza a correr.
Él no contestó, ni siquiera volvió el rostro para mirarla. Ella aguardó unos segundos y volvió a decirle:
- Es tarde, nunca te has quedado aquí por la noche. El camino espera tus pasos. Regresa ya, por favor.
Tampoco obtuvo respuesta. Entonces se le acercó mucho más y al colocar su mano sobre su hombro bronceado, una sensación de tiempo, fuego y hielo estremeció su ser: ¡Estaba yerto! Lo palpó desesperadamente y descubrió que era completamente de piedra, hermosamente de piedra.
Desde entonces, ella se ha quedado allí, junto a él, entregando su cuerpo a la brisa y al tiempo, queriendo atravesar también la misma puerta.
(De: Lindero Prohibido)
Gonzalo Pantigoso Layza
0 comentarios