Blogia
El Rincón del Diablo

Las Primeras Gotas de Sangre

Las Primeras Gotas de Sangre

 

Por: Migi


La incomprensión de lo que estaba ocurriendo era sólo el principio
de una larga lista de sentimientos que aturdían la mente de Leo. Tras su
conversión, Selena le había llevado hasta un piso cercano a su casa.
La entrada estaba completamente en penumbra, las ventanas estaban cubiertas por
persianas y cortinas espesas de piel roja. La decoración de la casa era
bastante antigua pero creaba una atmósfera bastante romántica, y
el único foco de luz emanaba de las velas colocadas en los candelabros
de oro. El suelo era de mármol blanco, muy frío, pero a la vez muy
cálido ya que reflejaba la escasa luz de las velas. El pasillo que se abría
ante él tras pasar el umbral de la casa, estaba adornado de cuadros de
bailes, fiestas y celebraciones en general, en los cuales siempre había
una persona en concreto que recibía un clamor especial, y por el cual era
el protagonista de la misma. Antes de llegar al final del pasillo, el último
cuadro le llamó la atención, era la escena que acababa de vivir
minutos antes. Un cumpleaños, una fiesta, un baile, un beso... pero como
había llegado hasta allí era algo imposible de imaginar, o por lo
menos no le era posible a él. El cuadro era tan realista, que parecía
una foto pero cuando se acercaba podía apreciar el volumen de las pinceladas
en el lienzo. Aquel cuadro sumió mas si cabe a Leo en su estado de confusión
total acerca de la realidad que le rodeaba.

Al entrar en la siguiente habitación el aire se cargó de un olor
a muerte que pareció excitar a Leo, pero que dejó indiferente a
Selena, que encendió la chimenea que estaba al final de una larga mesa
de tablero de cristal y patas de metal. En un rincón de la habitación
aparecieron dos sillones iluminados por la luz del fuego que parecía más
azul que de costumbre. Todo esto estaba turbando de manera profunda a Leo, y necesitaba
cuanto antes respuestas de lo que estaba ocurriendo. Selena con paso ligero salió
de la sala, disculpándose con un simple gesto de mano. Leo asintió
y se sentó en el sillón más cercano al fuego. Entre los dos
sillones había una mesa de madera con una caja de lo que parecía
ser plata, con una inscripción en un idioma que parecía latín
o griego... Leo se quedó pensativo mirando la caja y hundió la cabeza
entre las orejeras del sillón que a pesar de su apariencia algo incómoda,
era tan confortable o más que un colchón de plumas. Selena reapareció
saliendo de la habitación en la que había entrado, pero se había
cambiado de ropa, pero seguía tan bella como antes. Al girarse Leo se quedó
atónito al verla con un vestido negro y dos copas de cristal tallado con
rosas, incluidas las espinas que no permitían el menor error al cogerlas.
Dejó las dos copas en la mesa y cogió una jarra de cerámica blanca
con leones rojos dibujados y sirvió en las dos copas. Leo volvió a
mirar la jarra y ahora los leones eran transparentes. "¿Zumo de tomate?"
ironizó su mente mientras temía mirar el contenido de la copa, sabiendo
perfectamente lo que era. Selena se sentó en el otro sillón y miró
fijamente a los ojos de Leo.

"No eres el primero que no mato, pero por ello no debes creerte especial."
La voz de Selena había sonado muy profunda y seria, pero al mismo tiempo
sirvió de sedante para Leo que vio este gesto como una esperanza para conseguir
respuestas.

"Quisiera preguntarte muchas cosas, y no sé por donde empezar"
atrevió a decir Leo con cierto temor en la voz.

"Las respuestas las tendrás a su tiempo ahora beberás por
primera vez la sangre de un mortal, aún no estas acostumbrado a vivir demasiado
tiempo sin beber, así que... bebe".

Como hipnotizado por las palabras de Selena cogió la copa de cristal y
se la llevó a la boca, bebiendo ansiosamente, hasta que rebosó la
sangre ligeramente por la comisura de los labios.

La sangre entró por su garganta rápidamente y le dio una fuerza
y una energía inusitada, pero que distaba mucho de lo que había
sentido bebiendo la sangre de Selena.

"¿Por qué no siento lo mismo que cuando bebí de tu sangre?
Preguntó Leo, aunque pronto se arrepintió. Los ojos de Selena se
perdieron en el fuego de la chimenea, e hizo un gesto con el dedo de silencio,
llevándolo desde sus labios hasta los de él y luego acariciándole
la cara.

"Ahora solo beberás y descansarás, esta noche será
el momento de las respuestas". Tras estas palabras, Leo empezó ver
todo distorsionado y nublado, y oyó por última vez la voz de Selena antes
de caer dormido, decir: "Espero que no seas otro más en la lista
de mis errores".

0 comentarios