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El Rincón del Diablo

Bécquer, El Gran Desconocido

Bécquer, El Gran Desconocido

Prefiero a Bécquer y Gerardo Diego antes que Machado, ese gran desconocedor de las tradiciones y folclore soriano que escribiera los mejores versos sobre Soria, pero también los más ásperos y antisorianos que he leído, así que no quiero infectarme de "machaditis" y, sí, en todo caso, de la reflexión machadiana sobre la vida y el amor. Y de Bécquer me fascinan, desde la adolescencia, sus "Rimas" y sus "Leyendas". Su faceta esotérica comencé a descubrirla con el paso de los años, ampliándose así, mágicamente, el mundo becqueriano adolescente que ha ido creciendo y madurando conmigo mismo. 

Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida Bécquer nace en Sevilla (1836) un año antes de que Larra se suicidara. El realismo impera como movimiento literario y artístico cuando llega a la edad adulta, pero él restaurará la tradición romántica.

A los 25 años de edad se casa con la soriana Casta Esteban el 19 de mayo de 1861, y viviría en Noviercas en una casa que la Diputación va a convertir en "museo becqueriano", impulsando así la denominada "Ruta de los Ojos Verdes", de carácter turístico-literario, que se extiende por Soria, Zaragoza y Aragón.

La primera de las leyendas sorianas becquerianas, "El monte de las Ánimas" la publicó el 7 de noviembre de 1861. El 15 de diciembre publicaría "Los Ojos Verdes"; en febrero de 1862 daría a conocer "El Rayo de Luna" y un año despues, "La promesa"; el 27 de junio de 1863 publicó "La corza blanca", todas ellas ubicadas plenamente en tierras sorianas. Además, en febrero de 1863 publicó "El Gnomo", ubicado en el Moncayo, aunque fundamentalmente refiriéndolo a la ladera aragonesa.

Gustavo Adolfo publicó también diversos artículos de temática soriana, complemento literario a los excelentes dibujos etnográficos de su idolatrado hermano Valeriano; colaboración que también se dió en 89 acuarelas obscenas en las que se satirizan ciertas costumbres amorales de la corte isabelina.

 

¿Ocultista?

¿Fue Bécquer un ocultista?. Ésta es la pregunta que plantea y responde Carmen de la Torre Vivero en "El mundo esotérico de Gustavo Adolfo Bécquer". Asevera esta poetisa y "teósofa" que el mundo esotérico está reflejado en sus obras: "¿Quién no recuerda sus leyendas?. Es curioso observar que algunas las sitúa en fechas mágicas. Nochebuena, Viernes Santo, Día de Todos los Santos, en las que tienen lugar acontecimientos en donde alienta el misterio y el prodicio de algo sobrenatural...". 

Muy interesante es, en este aspecto, lo que escribe en "La mujer de piedra", de sus "Ensayos y Esbozos", en opinión de Carmen de la Torre. Verán ustedes que la interpretación que da Bécquer es la que estoy aplicando desde hace más de un año en esta serie para el análisis iconográfico de los monumentos sorianos y que Bécquer fue, por tanto, un claro antecesor en este ámbito de Fulcanelli:

"Es muy común encontrar en las portadas de las catedrales, en los capiteles de los claustros y en las entreojivas de la urna de los sepulcros góticos multitud de figuras extrañas y no obstante, se refieren sin duda a personajes reales; indescifrable simbolismo de los escultores de aquella çepoca, con el cual escribían, a la manera que los egipcios en sus obeliscos, sátiras, tradicones, páginas personales, o fórmulas cabalísticas o de alquimia o adivinación. Cuando la inteligencia se ha acostumbrado a deletrear esos libros de piedra, poco a poco se va haciendo la luz en los caos de líneas y accidentes que ofrecen a la mirada del profano, el cual necesitaba mucho tiempo y mucha tenacidad para iniciarse en sus fórmulas misteriosas y sorprender una a una las letras de su escritura jeroglífica.

A fuerza de contemplación y de meditaciones, yo había llegado por aquella época a deletrear algo del oscuro germanismo de los monumentos de la Edad Media; sabía buscar , en el recodo más sombrío de los pilares acodillados, el sillar que contenía la marca masónica de los constructores; calculaba con acierto el machón, o la parte del muro que gravitaba sobre el arca de plomo o la piedra redonda en que se grababan con el nombre de la secta y del maestro, su escuadra, el martillo y la simbólica estrella de cinco puntas, o la cabeza de un pájaro que recuerda el ibis de los faraones. Una parábola bajo el segundo velo, una alusión histórica o un rasgo de las costumbres, aunque ataviados con el disfraz místico, no podían pasar inadvertidos a mis ojos si los hacía objeto de inspección minuciosa".

 

Los elementales

En el ocultismo y esoterismo se dice que hay seres que habitan en otras dimensiones, pero que a veces pueden ser observados por seres humanos, que los sufren o se benefician. Los cuatro elementos básicos del ocultismo (tierra, aire, fuego y agua) tienen sus propios "espíritus elementales". Pues bien, en Bécquer aparecen por doquier. 

He aquí una pequeña recopilación realizada por Carmen de la Torre: "Todo un simbolismo encierra a la leyenda de "Los Ojos Verdes", esos ojos de mujer que llegan a hechizar al valiente caballero Fernando de Argensola atrayéndole a la misteriosa fuente de la que todos huyen y a la que él va como alucinado, escuchando la voz de la mujer de los verdes ojos que le llama. Mujer intangible como el agua, que habita en la fuente de los Álamos, una de esas fuentes encantadas que esconden a genios, silfos y ondinas, a la que le atraen unos verdes ojos con su fuerza magnética; ojos de sierena o del espíritu de las aguas. Esos espíritus de las aguas de los que nos habla también Roso de Luna y otros muchos ocultistas al hacer referencia de los lagos y las fuentes encantadas".

"En "El Gnomo", hace una fantástica descripción de esas grutas en las que viven los enanos; míticos seres guardadores de joyas, monedas, piedras preciosas ..." (por cierto que escaladores diversos dicen haber sido salvados en los últimos años por duendecillos de no caer en precipicios en la cumbre y laderas del Moncayo).

"En "La Corza Blanca" vuelve a describir el mundo invisible y mágico de trasgos, hadas y duendecillos de las fuentes. De transformaciones de lindas muchachas en corzas, en noches de luna".

Asimismo los espectros y fantasmas son habituales en su obra, especialmente en la famosa leyenda de "El monte de las Ánimas", en la que recurre a los misterioros templarios, que también cita en "El Rayo de Luna".

 

Celtismo

¿Fue Bécquer un ocultista..?. Los datos que he seleccionado parecen indicarnos que, cuando menos, tenía conocimientos de esoterismo y ocultismo, adquiridos tal vez en alguna sociedad teosófica o masónica. ¿Quién lo puede saber...? Lo que sí es cierto es que, en la obra de Bécquer, se encuentran arquetipos del inconsciente colectivo a doquier. Por eso resultan tan fascinantes sus Rimas y Leyendas.

Investigadores hay que han visto muchas influencias celtas en las Leyendas bécquerianas, como por ejemplo el catedrático Martín Almagro-Gorbea, que así lo expuso en agosto de 1992 en uno de los cursos de verano en El Escorial. Imagino que entre ellas se encuentra, especialmente, la referida a "La Corza Blanca", localizada en la fuente de "Los Álamos", en Beratón, así como las múltiples referencias a ondinas y elfos.

La transformación de mujeres sobrenaturales en corzas o ciervas, en efecto, está reflejada en diversas tradiciones célticas, e incluso entre los sioux, por sorprendente que parezca. La Ofrenda de la Pipa Sagrada para renovar el Árbol del Mundo tiene su origen en la aparición de la Dama Blanca, llamada "Mujer-Bisonte Blanco", entre los sioux. La leyenda dice que dos lakotas fueron a cazar y divisaron a lo lejos lo que parecía un gran bisonte blanco, cuando se acercaron vieron que era una mujer mágica "vestida con blancas pieles de gamo", según cuenta Alce Negro.

En la Edad Media existen diversas apariciones de la Virgen junto a ciervos o adoptando sus formas, y en un lais de María de Francia, "Guigemar", éste lanza una una flecha a una cierva blanca que habla, sorprendente parecido a "La Corza Blanca".

Igualmente resulta sorprendente la vinculación de Sertorio, que encontró apoyo entre nuestros antepasados celtíberos, y una corza que le regaló un campesino. Esta corza, blanca, se le aparecía en sueños y le adivinaba el futuro. Cuando cae asesinado Sertorio en la tienda del traidor Perpenna, la corza, que dormía tranquilamente por los alrededores, murió y se transformó en humo claro.

 

La Dama Blanca

Los diversos arquetipos femeninos se plasman constantemente en la obra de Bécquer, casi siempre en perjuicio del hombre, como sucede en "El Monte de las Ánimas", "Los ojos verdes" o "La Corza Blanca".

En La Corza Blanca, en opinión de Joan Estruch Tobella, la protagonista "asume y resume tres arquetipos femeninos: Constanza (mujer altiva y caprichosa), Azucena (mujer espiritual), y Corza-Ondina (mujer sensual y diabólica)".

En "El Rayo de Luna" se evidencia claramente el arquetipo de la luna y del ánima junguiana, que han sido muy bien analizados por Esther Harding en "Los Misterios de la Mujer". Ahí es donde leemos que diversas tribus consideraban que la mujer quedaba embarazada no por el semen masculino, sino por los rayos de la luna. 

Bécquer, en esta leyenda que sitúa entre San Polo y su querido San Juan de Duero (quiso transformarlo en museo arqueológico), está atrapado, como su personaje, Manrique, por el arquetipo de la Dama Blanca. Quizás pueda el lector comprenderlo mejor si transcribo el siguiente texto bécqueriano de la leyenda "El Caudillo de las manos rojas":

"Oís las hojas suspirar bajo la leve planta de una virgen? ¿Veis flotar entre las sombras los extremos de su diáfano chal y las orlas de su blanca túnica? (...) Esperad y la contemplaréis al primer rayo de la solitaria viajera de la noche; esperad y conoceréis a Siannah, la prometida del poderoso Tippot-Delhi, la amante de su hermano, la virgen a quien los poetas de su nación comparan a la sonrisa de Bermach, que lució sobre el mundo cuando éste salió de sus manos...".

Las hadas son una manifestación mitológica y folclórica del arquetipo de la Dama Blanca. William Butler Yeats, Premio Nobel de Literatura, creía en ellas y afirma que en Irlanda le contaron que las hadas pueden suplantar durante un tiempo al alma de cualquier ser viviente, animal o persona, alojándose en sus cuerpos, como sucede en "La Corza Blanca" de Bécquer, por ejemplo.

 

¿Neognóstico?

¿Fue Bécquer un neognóstico?. La pregunta puede sorprender al lector, pero si revisamos sobre todo sus tres leyendas hindúes veremos que está más que fundado plantear esta incógnita.

El dualismo, maniqueísmo y gnosticismo, tan estrechamente relacionados, parecen asomar en "La Creación (poema indio)", "El Caudillo de las manos rojas (tradición india)" y en "Apólogo". Es así como leemos en "La Creación":

"El amor es un caos de luz y de tinieblas; la mujer, una amalgama de perjurios y ternura; el hombre, un abismo de grandez y pequeñez; la vida, en fin, puede compararse a una larga cadena con eslabones de hierro y de oro".

Bécquer describe en "La Creación" una cosmogonía pseudohindú claramente gnóstica, en donde los "gandharvas" actúan como demiurgos. Antón Risco incluso encuentra un antecedente."El cuento parece una fiel transposición en una mitología hinduista de la explicación del origen del mundo que proponía un famoso gnóstico de la antigüedad, Saturniano de Antioquía", afirma.

En "Apólogo" la humanidad es creada por error, en este caso debido a una embriaguez de Brahma, y en "El caudillo de las manos rojas", en el que se ven también algunos elementos neomaniqueos, Bécquer hecha mano del simbolismo de la peregrinación por el Himalaya y el Tibet en sincronía con el desarrollo interior del protagonista, Pulo, rajá de Dakka.

 

Templos

Además de las referencias sorianas de Bécquer señaladas el sábado pasado, hay que reseñar algunos datos más. En 1856 se estableció en Soria el tío de los hermanos Bécquer, Curro. Ambos hermanos podrían haber visitado Soria ya en 1859. Entre 1861 (año en que se casó con la soriana Casta Esteban Navarro) y 1867 esta constatada documentalmente la estancia de Gustavo Adolfo y su hermano en la provincia de Soria (capital, Noviercas y Pozalmuro) en diversas ocasiones.

¿Descifraría el simbolismo hermético de algunos templos románicos sorianos, como al parecer sabía hacerlo?, me pregunto.

 

Espíritus del agua

Hemos visto en las dos semanas anteriores que Gustavo Adolfo Bécquer había reflejado en su obra conocimientos ocultistas diversos sobre alquimia, gnosticismo, dualismo filosófico, espíriritus elementales, tradiciones celtas.., etc. Hoy abordaremos básicamente cómo refleja su contacto con el elemento "agua" y sus espíritus que, en definitiva, no es sino un recoveco más del largo proceso iniciático del alma masculina o, por decirlo en términos junguianos, del proceso de individuación.

El "trasmundo", el lado fantástico de Bécquer ha sido estudiado por críticos españoles, hispanoamericanos, franceses, británicos y norteamericanos. Realmente sorprende el eco internacional de Bécquer, mientras parece que ha quedado en el olvido en la Soria en la que vivió largas temporadas a causa de su matrimonio con la soriana Casta Esteban. Machado, o mejor dicho, la "machaditis", ha acaparado la atención institucional, en detrimento de Bécquer y Gerardo Diego. ¡Qué pena!... Yo, por mi parte, seguiré siendo uno de sus trovadores en esta tierra que tanto amó y tanto trascendió.

Y dicho esto centremos nuestra atención a tres leyendas bécquerianas ubicadas en Soria: "La Corza Blanca", "Los Ojos Verdes" y "El Rayo de Luna" (las dos primeras ubicadas por Beratón y su falda del Moncayo, la segunda localizada entre San Juan de Duero y San Saturio en la capital). Transcribamos algunas referencias que nos sirvan para el comentario posterior.

"Manrique amaba la soledad porque en su seno, dando rienda suelta a la imaginación, forjaba un mundo fantástico (...)Creía que en el fondo de las ondas del río, entre los musgos de la fuente y sobre los vapores del lago vivían unas mujeres misteriosas, hadas sílfides u ondinas, que exhalaban lamentos y suspiros o cantaban y se reían en el monótono rumor del agua, rumor que oía en silencio, intentando traducirlo" ("Los Ojos Verdes").

"Reina de las ondinas, sigue nuestros pasos./ Ven a mecerte en las ramas de los sauces, sobre el haz del agua./ Ven a embriagarte con el perfume de las violetas que se abren entre las sombras./ Ven a gozar de la noche, que es el día de los espíritus (...) Venid, que ha llegado el momento de las transformaciones maravillosas..." ("La Corza Blanca").

"En la fuente de los Álamos habita un espíritu del mal. El que osa enturbiar su corriente paga caro su atrevimiento (...) Fernando, yo te amo más aún que tú me amas; yo, que desciendo hasta un mortal siendo un espíritu puro. No soy una mujer como las que existen en la tierra; soy una mujer digna de ti, que eres superior a los demás hombres. Yo vivo en el fondo de estas aguas, incorpórea con ellas, fugaz y transparente: hablo con sus rumores y ondulo con sus pliegues. Yo no castigo al que osa turbar la fuente donde moro; antes le premio con mi amor, como a un mortal superior a las supersticiones del vulgo, como a un amante capaz de comprender mi cariño extraño y misterioso (...) ¿Ves, ves el límpido fondo de este lago? ¿Ves esas plantas de largas y verdes hojas que se agitan en su fondo?... Ellas nos darán un lecho de esmeraldas y corales..., y yo..., yo te daré una felicidad sin nombre, esa felicidad que has soñado en tus horas de delirio y que no puede ofrecerte nadie...Ven"

("Los Ojos Verdes").

 

"Unus Mundus"

Cuando el mundo era joven y todavía regía el hemisferio derecho ( "femenino, intuitivo, emocional e irracional") en la percepción y asimilación del universo y de las vicisitudes internas (del alma o de la psique), todo era distinto.

Los mil dioses y diosas estaban presentes en cualquier parte y lugar. Todo tenía un trasfondo sacro. Lleno de supersticiones, sí, pero numinoso, trascendente y revitalizador de lo anímico. Además las personas se identificaban con su entorno, ellas formaban parte de él y éste pasaba a ser algo consustancial en la psique humana a través de los mecanismos de proyección, transferencias y sincronicidades. Lévy Bruhl llamó a esta especie de "unión" con el nombre de "participación mística", que aún subsiste entre los pueblos primitivos y que, en menor medida, permanece potencialmente en nosotros mismos.

Ahora, por contra, nos domina el hemisferio izquierdo del cerebro("masculino y racional"). Nuestro yo, la consciencia, quiere controlar toda nuestra vida psíquica, y el inconsciente (que no subconsciente, sino en todo caso supraconsciente) tiene que compensar psicológica y anímicamente tal desequilibrio. El proceso de individuación es la búsqueda de ese equilibrio, pero para lograr sacarle el máximo provecho hay que hacerlo sacrificando al yo, en cierto modo, siendo consciente de que existe "otra realidad", otro YO más importante y verdadero (los junguianos le llaman "Sí-Mismo"). 

El proceso de individuación ha de hacerse conscientemente y ello supone un nuevo regreso -pero esta vez sabiébdolo- al estado de "participación mística" primitivo. En este proceso se llega a captar el "unus mundus", es decir, que todo el universo está vinculado estrechamente entre sí, como ha llegado a demostrar la Física Cuántica, por otra parte.

En Bécquer este camino iniciático -que inicialmente se comienza en la soledad de uno consigo mismo, como Manrique o Fernando- es evidente. Su visión de la Naturaleza evidencia un estado de "participación mística" y un apercibimiento del "unus mundus". Así se refleja especialmente en las tres leyendas sorianas citadas.

Y así lo confiesa en "Las Hojas Secas": "Hay momentos en que ..el espíritu... se desliga de la carne, pierde su personalidad y se confunde con los elementos de la Naturaleza, se relaciona con su modo de ser y traduce su incomprensible lenguaje".

Cabe aquí formularse una pregunta, que ha quedado estupendamente expuesta por García Viño en un caso concreto: "Recreaba Bécquer simplemente creencias medievales o hacía profesión de las suyas propias? Por ejemplo, cuando se refiere a los "hilos imperceptibles atan los hombres a las estrellas", ¿muestra aceptar con ello las afirmaciones de la Astrología o se limita a adornar el contexto temporal de su narración?".

Que cada cual de su respuesta en función de la personalidad de su psique. La mía es que Bécquer vivió una vida psíquica muy intensa. Que transmutó sus vivencias y la naturaleza en la que vivía. Que vivió, con mayor o menor consciencia, un proceso de individuación que ha reflejado poéticamente en sus Rimas y en sus Leyendas, muy especialmente. Y que murió preso del arquetipo del "Puer Aeternus", a los 34 años, en esa juventud en la que murieron también otros autores y artistas románticos.

 

Ondina-Ánima

Su confrontación con el arquetipo multifacético del Ánima (lo "femenino" de la psique y del inconsciente colectivo) tampoco quedó resuelto y sus vicisitudes se reflejan en su obra. Varias de estas confrontaciones se personalizaron en las leyendas sorianas citadas, donde el elemento "acuático" (el agua es regenerativa,pero también maligna) se hace numinoso al vincularlo a ancestrales figuras míticas y del folclore europeo: dama del lago, ninfas, ondinas, sirenas, náyades, melusinas y otras mujeres acuáticas ( xanas, lamias...). Por todo lo dicho, no es extraño que Rubén Benitez afirme que "leer sus leyendas es acompañar al narrador en una aventura espiritual misteriosa".

Todo arquetipo y su reflejo simbólico o material (temas omníricos, literarios, artísticos.., etc) es ambivalente, dual. Tiene, en sí, una potencialidad psíquica positiva o negativa. Y así acontece con el Ánima, sobre la que hablaremos largamente al hablar de las musas de Bécquer y Machado próximamente. El diverso final que tienen los protagonistas masculinos de las tres leyendas citadas es una prueba de ello.

"La diferente actitud de uno y otro -señala Sagrario Ruiz-, llevará a desenlaces completamente distintos; en el caso de Fernando, al triunfo del mundo fantástico, quiero suponer que el protagonista sólo muere para el mundo real y que, por el contrario, comienza una nueva vida en el reino de la fantasía, como aquel personaje de uno de los "laïs" de María de Francia,, Lauval, el cual, amado por un hada, marchará con ella a la Isla de Avalón -región fantástica- a vivir otra vida que la realidad no conoce".

Paracelso -médico, astrólogo y alquimista- sabía mucho sobre estas manifestaciones "acuáticas" del arquetipo del Ánima con las que se encontró, como Bécquer, en su proceso de individuación, debido a su "imaginación activa". Jung, en su "Paracélsica", habla de la irrupción de estas figuras simbólicas del folclore europeo, en estos términos:

"Los fenómenos anímicos pertenecen a aquellos "fenómenos límite", que aparecen en situaciones psíquicas especiales. Tales situaciones se caracterizan siempre por la irrupción más o menos súbita de una forma o situación vital que parece ser la condición o el fundamento imprescindible del curso individual de una vida. Cuando aparece una catástrofe de esta especie, no sólo se rompen todos los puentes que quedaron atrás, sino que parece no existir ningún camino hacia adelante. Se está ante una oscuridad sin esperanza e impenetrable, cuyo vacío abismal se llena de súbito por la visión o la presencia palpable de un ser extraño, pero que promete ayuda; del mismo modo que en una larga soledad, el silencio o la oscuridad se hacen visibles, audibles y palpables, y el propio conocido se nos aparece en figura desconocida (...) Esta soledad, junto con la preocupación de una obra infinitamente oscura, basta para activar el inconsciente, o como dice Dorn para poner en función la imaginación, y por la fuerza de sus imágenes traer a la realidad fenoménica cosas que antes aparentemente no existían. Bajo tales circunstancias nacen imágenes de la fantasía en las que lo inconsciente se hace intuible y experimentable, y que son de hecho `spirituales imaginationes´(...)

El Ánima (Ondina de ojos verdes) en su faceta de guía por el inconsciente colectivo (el agua) conducirá a Fernando (Bécquer) por la corriente subterránea de los arquetipos. En "La Corza Blanca" la postura racionalista del protagonista, por contra, acaba con Constanza-Corza desaprovechando así un desarrollo psíquico importante. Por contra, en El Rayo de Luna, hay un exceso de imaginación en Manrique, un desequilibrio psíquico que se decanta hacia el inconsciente en detrimento negativo del yo. En Los Ojos Verdes, por contra, la actitud racionalista e incrédula de Fernando desaparece y comprende que ha de sumergirse en el interior de su alma para buscar el "hierosgamos", la "coniuntio oppositorum", la unión del consciente con el inconsciente. Sobre lo que pasó después nos da la respuesta la muerte prematura de Bécquer, que siguió en este sentido los pasos de Nóvalis. No logró superar la confrontación.

 

 

Texto Extraído de: http://web.jet.es/sotabur/becquer.html 

4 comentarios

jose gil -

Casta Esteban era soriana de Torrubia,nació el 10 de setiembre de 1841,su padre era médico del pueblo y natural de Pozalmuro (Soria) y su madre de Noviercas (Soria)puedes ver documentos originales y algunos inéditos en http://barderasdelmoncayo.wordpress.com/casta-esposa-de-gustavo-adolfo-becquer/certificados-de-bautismo/
un saludo. j.gil

Andrés -

Acabo de comprar un precioso libro de poemas de Carmen de la Torre Vivero, "En las Orillas de un Lago". Buscando más información sobre la autora he dado con esta página y quería recomendaros vivamente el libro. Un saludo.

jose ramon lastra del pozo -

Tengo que comunicar a los lectores de estas paginas que el pasado dia 20 de diciembre fallecio en madrid en su domicilio mi amiga Carmen de la Torre Vivero estaba enferma y ciega varios años antes habia nacido en Madrid en 1913 . su obra esta ahi a pesar de los ninguneos pertenecia a las escritoras y ella se consideraba poetisa no poeta de los años 50 descanse en paz

Sindy -

me gusto el analisis me sirvió mucho para un informe que debía hacer, sobre las leyendas de becquer, autor que me gusta bastante.