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El Rincón del Diablo

La Hermandad y La Luna

 

Si bien la precocidad intelectual es frecuente y en algunos casos coincide en un mismo grupo humano, la madurez precoz es escasísima y, en ciertos pacientes, peligrosa.

MARGARET L. TYLER. Medical Review.

 

Dejad que los niños vengan a mí.

MC. 10,13

 

 

Sueño de Mario

El naipe sale en sueños. Unos dedos que no son de nadie (pero que yo sé que son de mi mamá) lo sacan de un mazo. Tiene escrito La Lune. Su imagen me espanta. Una luna de locos desparrama su luz como lágrimas. Dos perros voraces, enfrentados, aúllan toda la noche. Una ciudad en escombros se ve a lo lejos. Y las lágrimas lunares incendian los techos de los edificios más altos. Es el día del juicio. Pero mi mamá dice no, Mario. Ella saca otra carta, se lee en la base Le Jugement. Yo niego. El Juicio no será eso. Mamá dice a gritos: «¿Sabes por qué es, niño?». Mira al planeta que se incendia. Me explica: «Porque ustedes dejaron las puertas abiertas y se escaparon los perros». No sé por qué miro la Luna y reprocho a mi mamá: «¡La victoria final no será de la Madre de los Lunáticos, tonta!».

Amanece. Siempre amanece. A mis doce años significa hastío. Ya no aguanto el hospital. Ya no puedo fingir que no me doy cuenta de que me muero de leucemia. Y hablar, actuar, como un imbécil, cuando soy genial, un tipo más listo que el bobalicón de mi hermano o el retrasado de mi padre. Es apenas un alivio: hoy vendrán Tiago y Angélica. Ella convenció a su papá de que la traiga, con un capricho de esos que se tragan los mayores. Hablar por fin de un asunto distinto. No más prensa basura de papá, ni la manía por el orden de mamá: ¿está todo bien, Mario?, junta tus sandalias punta con punta cuando regreses del baño, estupideces. Pero, ¿vendrán realmente Angélica y Tiago? El cielo está cubierto por más nubes de tormenta. Ellos son los únicos de mi edad que me sacan de esto. Esta pesadilla de dedo que presiona en la base de la nuca y deja constancia, y dice tú eres, te vas a morir. La idea me da náuseas.

 

(Para acceder a todo el texto, hacer click aquí)

 

Del libro El inventario de las naves (Fondo Editorial PUCP, 2005)

© Alexis Iparraguirre

 

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