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El Rincón del Diablo

ELOGIO DE LOS NAVEGANTES - Juan Ojeda

ELOGIO DE LOS NAVEGANTES - Juan Ojeda  

 

Elogio de los navegantes

(fragmento)

  

Crecer como los mares que preñan las espumas,

Durar por la distancia más que uno mismo,

Con todo y con fulgores, en uno y más allá

De la tierra calcinada.

                                     Atisbar:

Fuerza aún en tanto polvo que nos come adentro.

 

Pero mirar, surgir gritando

Como rocas, árboles, tallos erguidos en la temerosa claridad

Que guardan las montañas. Crecer, y no crecimos, no damos,

 

No después de mucha o tanta eternidad de sombra,

Por sentirnos poco en aquello que sale y desteje

Y abandona cuanto nace, acaba en la mirada.

 

No hicimos, sino en ausencia por nosotros, en mares vacíos,

Reducto que en silencio presagia la distancia, el monte

Nunca halado después de los intensos crematorios,

Las calles inundadas, el sol que agrieta en duras evidencias.

Ser esto que pronuncia crujiendo, y sale a dar en mano

El peso de la claridad venida a cargos: pero nada nuestro.

 

Estuvimos preguntando en las noches: alimentad los costos,

Sus vuelos, decíamos: y nosotros nunca, que no fuera el olvido,

Abierto, penetrando a voz y penetrando, como salida llorosa

 

En cuanto apagan los ojos y no decimos nada, si por otros:

Sus ganancias de nuestra raíz en grueso costo,

La hierba que mastican y nosotros nada Si fuimos,

Tocamos las piedras metiéndonos, arando

Por todas las materias que fluían, creados entre la elevación

Del aire y sus vertientes, socavados para otra lentitud

 

Inalterable al principio común que nos guardaban los silencios:

Solos, tornados sin fin, tangibles elementos

Que alcanzaron el agua y sus fábulas crecientes,

Y esto nos venía, y fuimos por pura descendencia

Del sentido al material, juntando las caídas

Hasta tocar solemnes la altura y el designio: en verdad

Sólo hemos acunado advenimiento

                                                             Los lacerados puentes

Que en presencia surtan, aquí, detrás del pecho,

 

De caminos que andamos y vamos, y el pecho con maderas,

Puentes y senderos, ofrecidos: y nada,

Nosotros nada, si lo que nos dicen:

 

A otras dulzuras

A otros animales

A todos los aires

 

A nunca nosotros

                          Pero sí lo de ellos,

Que dejaron el camino y el puente.

 

 

 

 

 

 

 

 

Eleusis

 

 

Facilis descensus Averni

Eneida, Lib. VI

 

 

No desciende la noche sólo para los desgarrados,

pues en medio de lavasta alegría oirás el pánico.

Tras el fluir del río una inmóvil música brilla, y hay pánico.

 

Objetos arrojados en el desván del espíritu

resuenan ceñidos por una luz monótona y muda,

y ya no sabemos dónde ocultar esa astucia apática

que flota en los ojos como un aire hurgado.

 

¿Qué laboriosas sombras fatigan lo real?

No lo sabríamos. El misterio que sin cesar remueve

la estéril tierra, ya se oscurece cuando lo nombramos.

 

Ajenos a un nacimiento que se nutre de nosotros

descendemos en nuestra propia esencia.

                                                                Cegados

por el súbito oleaje de las formas, compartimos

el terror y la atroz certidumbre en lo vivido.

 

Los desgarrados, esos que recogen, sin saberlo,

la pavorosa carencia del mundo y, transfigurados,

soportan el misterio y habitan una soledad deforme,

están más cerca del nacimiento. Y si pudiéramos entrar

a la morada en que yacen, su sola inercia nos destruiría.

¿Soportaremos, entonces, el vértigo de lo real?

 

A veces, en un rumor de días quebrados, nos hemos

convencido de arrastrar actos como ásperas llagas

en las que acaso, roído ya el sueño

el verdadero mundo encontraríamos. Y así indagamos

si el hastío de sabernos ajenos a nosotros mismos,

no sea sino el instante imprevisto en que morada y exilio

ruedan hacia el fondo del que nunca hemos salido.

 

Pues todo está rodeado por una muerta Realidad

todo es pánico, inmóvil duración

donde nada encontraremos.

 

 

 

 

 

 

 

 

Mar órfico

 

 

Thought flies out from the scars of the sea

as if to land. Flocks that are longings

come in the shake over the deep water.

 

ROBERT DUNCAN

 

 

¿Qué consagra el ardor de muerte por la vida,

Y este asir de vida en la muerte? Otro es el fuego

Que ordena la oculta tierra, ebria aridez de tiempo detenido

Y rostro ardiendo en inerte fábula.

 

Fuego de cadáveres ahora lava el mundo.

 

El que contempla, estremecido, el oro de la oscuridad:

Retorna a su corona vacía y estrecha el día con sigilo,

Temeroso del tesoro pútrido

Que abandona el aire inmóvil sobre el mar. Lentas son las voces

De los pescadores en las quietas orillas,

Ni un leve rumor aquí retiene el espíritu

Sólo franjas de luz petrificada parpadean en la niebla hueca,

Y el brillo de los garfios húndese en las aguas.

 

Entre las rocas apenas blanqueadas, fucos resecos

Y hastío insistente de aves, ojos

De dioses abatidos en las heces del tiempo.

 

¿Quién oprime el aire de las muertas esferas? ¿Quién remueve

Con torpes manos las cenizas del mundo?

 

Sólo un gemir contenido de plata deforme bate el mar,

Y el aire se oscurece como hálito sordo de ojos yermos

Y debemos soportar esta fijeza, caminar aterrados

De hurgar un espacio agostado, cuerpos

Que fatigadas olas renuncian a arrastrar.

Muerte de la vida

Vida de la muerte.

Desde las piedras enfermas de la orilla contener el mundo

Y soportar, cóncavos, la inmovilidad de lo real.

 

 

 

 

 

 

 

 

Elogio de la destrucción

 

 

Aber stille blutet in dunkler Höhle stummere Menshheit,

fügt aus harten Metallen das arlösende Haup.

 

GEORG TRAKL

 

 

Tiempo agrietado y confuso, tiempo de muertes

y áridos abismos humanos.

                                   "Oh, ya hemos conocido

el tiempo, ya hemos ordenado el pasado y el futuro

en el hórrido escombro de un presente irredimible,

y todo es como nacer desde la tierra muerta,

tiempo muerto entre muertas raíces".

 

"¿Es ésta la región verdadera, o te has confundido?

¿Qué ruidos son esos? ¿Quién grita?"

Sólo las raídas jarcias del viento, que arrastra el hedor

del mar enfermo. Ya ni los cuervos graznan

sobre los musgosos cuerpos flotando a la deriva.

Tratamos de soñar, soñar, nutriendo

el cariado prestigio de un Saber oscuro.

 

Una premonitoria gravedad gobernó nuestros sentidos

mientras caminábamos sobre brumosas ruinas, y era

el murmullo o el estrépito de un universo detenido.

 

Oh, tú, diestro ya en el arte de la navegación

y temeroso de más duros escollos, ¿escuchas las lamentaciones?

¿Qué detestables tierras sepultas en los sueños?

 

Cómo huir de una revelación, dime, y haber hurgado

y mientras despertaba: lo real ordenándose en un calor pútrido.

 

Objetos, objetos del tiempo y ya no puedes contenerte,

torpes aguas del espíritu en una duración que temes. Vivías

o soñabas soportando un tiempo absurdo. ¿Vivías o soñabas?

Objetos húndense y es inerte todo humano obrar.

 

                                                            Oh el Caos,

la desordenada ciencia del que habita tenazmente,

y sus horribles ojos horadados por una visión muerta. Y días,

días que no transcurren y aúllas desde un pozo. Pústulas,

pétrea sombra, huesos roídos por diligentes ratas.

 

Y los que no vivieron ni soñaron,

¿conocerán el tiempo Otro? Tal vez una inocencia oscura

accedería, como dolorosa llaga, en la raíz de lo vivido,

el tiempo deviniendo bajo inmóvil materia.

Pero nuestra pureza ya la hemos perdido,

o mora en un dominio de pavorosos gestos,

Reino de lo Sórdido donde un breve aullido nos retiene,

y es difícil la ascensión, y dioses huyen

amontonando párpados de piedra.

 

                                                  Destruye el mundo,

destruye los sentidos y su horroroso reino, destruye

el tiempo, ¡oh, destruye! Destruye el espíritu entre

putrefacciones y Caos,

y espera entre el sueño y la muerte

el nacimiento de la Realidad.

 

"¿Ves algo allí abajo?"

                                     "Sólo muecas de monos

ásperamente aturdidos en una danza siniestra".

Así, pues, destruye el tiempo de un Reino ya vencido

al propósito de usura e indigencia. Destruye, te digo,

y que el torpe ayuntamiento de las disquisiciones

no ocupe la memoria en un gesto conmovido.

 

¿Quiénes laboran la deleznable propiedad humana?

Destruye, destruye que es tiempo de abandonar

lo tenaz de unas pobres virtudes, la astucia

de lo oculto, que sin cesar trunca lo vivido,

trastos de una extinguida Realidad.

 

Porque ahora habitamos un mundo derrelicto,

el uso del tiempo entre insidiosas costumbres,

la opacidad del acto en la aciaga Historia.

Destruye, destruye y no procures lo innominado,

la pura duración del instante en un reino irreal, mientras

heredas un lenguaje erróneo.

¿Es fiel la memoria para un tiempo tan real y confuso?

¿Lamentaste el execrable cuidado en un Origen falso?

 

¡Antes de ti, indigencia, y después de ti, indigencia!

(Nutre la destrucción a quienes entendieron el mundo,

y es necesario consumirse en una ciencia óptima,

para mostrar la aborrecible imagen de un cosmos putrefactado).

 

"Oh, no perturbes mi quietud con olores de despojos,

en esta ribera sólo existe la esterilidad.

Ascenderemos a los cerros morados,

y no nos ahoguemos en la transparencia".

 

Iluminación del desorden en un más alto vestigio,

herrumbradas las llaves que conducen a aposentos derruidos.

¿Es ésta la pútrida heredad roída en una mente incierta?

Y habremos de considerar

la insuficiencia del espíritu, y haya otra Realidad

no este tiempo mendaz, costra de otros tiempos pétreos

donde Nacimientos y Muerte, Putrefacción y Crecimiento,

son columnas quebradas

Que un ojo perverso contempla torpemente.

 

 

Juan Ojeda

Nov. de 1969

 

2 comentarios

paul guillen -

Qué bien encontrar a Juan Ojeda aquí! Interesante página. Saludos.

CARLOS BAYONA MEJIA -

este medio medio literario es importante para que la gente estè al tanto de lo que sucede en el ambiente tridimencional de nosotros

carlos adan ...sigamos al sol y los caminos..