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El Rincón del Diablo

EL MAR DE LOS SUEÑOS

EL MAR DE LOS SUEÑOS  

La tarde está cayendo y el sol clava sus últimos rayos en la arena reseca. Las olas golpean sobre el pequeño muelle de madera. Hay un velero anclado al final de la línea que divide el mar y el cielo.

Ella está sentada en la arena contemplando el ir y venir de las olas que rugen con el viento de Levante. El mar se está coloreando de plata. Dos chiquillos corretean con tres perros y levantan nubes de arena. El velero se ilumina de oro y las gaviotas vienen en bandadas a recogerse en la playa.

Ella sigue mirando hacia el horizonte y la luz va tornándose de dorada a plateada. El mar es de plata. La luna asoma tímida su cara,  se mira en las olas que golpean el muelle. La mujer se levanta y camina hacia el agua. Poco a poco se sumerge. Las olas la mecen en un sueño que acaba de empezar. Ella está nadando, ahora su cabeza sólo es un punto negro en la inmensa llanura de agua plateada.


Los niños siguen correteando con sus perros y miran hacia el velero. En el velero aros de fuego salen confundiéndose con los destellos de la luna. Ella sigue nadando hasta que alcanza el barco. El barco de los sueños está a su alcance. Trepa a él, se abren mil velas de colores que brillan con los ojos de la luna. Desaparecen en el
azul plateado cayendo por detrás de la línea del horizonte que ahora brilla iluminada por los labios de Penélope.

El sueño de la vida viaja en un velero de velas de mil colores y surca mares de libertad y las almas se liberan como velas acariciadas por el viento. Una mujer está soñando sentada en la arena de la playa. Está mirando las olas que vienen y van, escucha el sonido del viento que acaricia sus cabellos que se confunden con las velas. El mar le habla bajito, le cuenta cuentos de piratas, de barcos que desaparecieron tragados por la ira de Neptuno.

La noche está clavando las estrellas en el cielo y la luna ya no está sola. Ella cierra los ojos, vuela como un pez volador, escoltada por delfines y peces de colores.

El mar abre sus fauces y se traga las olas y luego las escupe formando figuras, caballos y sirenas, delfines y ballenas. Al final del muelle de madera hay un pescador que lanza sus anzuelos. Lleva cien años sentado ahí esperando pescar el pez de su alma. Su identidad se va con las olas y viene con ellas cargada de sabiduría y él se siente bien. Lleva cien años ahí, mirando las olas, el mar le regala pequeños peces de colores, caballitos, sirenitas de pelo dorado y ojos azules, Neptuno viene a sentarse con él en las noches de verano cuando la luna deja de ser tímida y se muestra redonda, brillante, les hace guiños con los ojos.

Suena el timbre de la puerta, me despierto, miro el reloj despertador, son las seis treinta de la mañana. Me pregunto quién será a estas horas. Voy hacia la puerta. Pongo un ojo en la mirilla, en el rellano de la escalera puedo ver a un viejo, a una mujer y a Neptuno acompañados por la luna, dos niños y tres perros.

 

Salvador Moreno Valencia

 

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