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El Rincón del Diablo

ETIMOLOGÍA DE MONTALVO

ETIMOLOGÍA DE MONTALVO Yo me llamo Javier Montalvo, aunque mi nombre debería ser José, como mi “pata” Guillén. Porque José se llamó mi padre y Josefa mi mamá.
Nací en un pueblito de la sierra donde mi padre tenía un fundo ganadero. Eran mejores tiempos; yo tenía de todo y lo disfrutaba. Los niños del pueblo buscaban jugar conmigo, por los hermosos juguetes que tenía. Aunque a mí me gustaba jugar más con la tierra, en competencia, haciendo las ollitas. A montoncitos de tierra le hacíamos un hoyo utilizando el codo y ahí meábamos. También construíamos canales, túneles y carreteras.
Te das cuenta Guillén que yo digo siempre mear y no miccionar como alguna vez me corregiste. Para mí fue difícil aprender esa palabra. Pero recuerdo que mi profesor decía orinar, total con el apuro yo sigo diciendo mear.
Yo sólo asistí un año a la única escuelita que había en el pueblo. Mi madre no permitió que yo continuara, según ella, justificaba su decisión porque yo me llenaba de piojos jugando con mis amiguitos. Sin embargo, contrató los servicios de una profesora: Flavia Ruiz, para que acuda de lunes a jueves a dictarme clases en el fundo. Yo dejé de extrañar a mis compañeros de aula porque la profesora era bonita. Me sentí feliz mirándome en sus encantadores ojos. Pero esa dicha duró hasta que murió mi madre. En aquel año para mayor desgracia el Gobierno decretó la Ley de Reforma Agraria y nos fueron quitando las tierras.
Desde entonces yo iba con mi padre a todo lugar porque comenzó a comercializar con ganado. También caminaba con nosotros Ofelia, la única chola que quedó para el servicio de la casa. Era una chola bien empatada y tenía buenas tetas. Yo la vi de casualidad, una tarde, cuando se bañaba abajo en la quebrada, después de lavar la ropa y en la seguridad de sentirse sola. Entre las paletas de tuna me escondí. Ella amontonó las polleras sobre unas pencas y calatita se metió al pozo lentamente, porque sentía frío seguro, y el agua iba mojando sus nalgas.
Yo siempre fui malicioso y me di cuenta que mi padre estaba afanando a la chola. Cierto día ella dejó de decirle patrón y él la llevó a su cama.
Sabes Guillén al comienzo todas estas cosas me incomodaban, porque mi madre fue bonita y elegante. Aunque debo admitir que la chola tenía lo suyo.
Recuerdo una noche de luna llena, que nos hicimos tarde, el ómnibus nos dejó a filo de carretera. Mi padre y Ofelia subían conversando, por el corto camino que conduce a la casa. Parlaban como buenos amigos. Yo que durante el viaje estuve dormitando, los seguía con sueño. Estaba tan cansado que las palabras ya no las entendía pero me arrullaban. De pronto se detuvieron y Ofelia le dijo a mi padre: “Aguayta José el camino, no vaya a venir gente porque voy a mear en el cerco”.  
Hasta hoy me acuerdo Guillén, clarito escuché en el silencio de la noche, cuando la chola meaba. Con la luz de la luna alcancé a mirar entre las retamas el tremendo trasero de Ofelia. Porque debes saber Guillén que la chola tenía un reverendo culo. ¿Guillén está bien decir reverendo?
- Reverendo es un tratamiento que se le da a los religiosos, pero en sentido metafórico, podría estar bien.
Claro que te entiendo porque escucho que al cura del pueblo le dicen reverendo. Pero yo diría Guillén, que en este caso debe ser al contrario, porque el pobre tiene cara de culo… Bueno, te estaba diciendo que en mi pueblo, en aquellos tiempos, la vida era linda. Yo era ya un jovencito y en las fiestas del pueblo, acudía a la plaza de toros a lucir mis pantalones y botas vaqueras. ¡Ah! Guillén, tú me has dicho que mi apellido tiene origen español. Será por eso que me gustan las tardes taurinas, con toros de pura casta. Mi padre solía invitar almuerzos, en el fundo, a la cuadrilla completa de toreros españoles. En nuestro fundo se vivía, en todos sus rincones, el ambiente andaluz. Mi padre sacaba los discos de paso doble que tenía guardados en su baúl. A mí hasta se me pegaba el dejo. Observa Guillén, se contrae el abdomen, se quiebra la columna en esta parte y se infla el pecho.
Mira con mucha atención mis labios y cómo pongo la lengua. Ahora escucha: ¡Oye coño! ¡Pensad que ese toro obsequió mi pare!... Yo quería ser torero Guillén, para ponerme traje de luces y cautivar a las hembritas, pero… ahí está el pero. Meterme al ruedo y estar solo frente al toro de 450 kilos, ni de a vainas, ni estando loco.
Después vinieron malos tiempos Guillén, que las buenas amistades se fueron retirando. Yo creo que esta ingratitud más la pena y la impotencia de recuperar los terrenos, terminaron con la vida de mi padre. Yo me vine aquí a Chimbote en busca de chamba, cuando el apogeo de la pesca era el principal tema de conversación en mi pueblo.
Dos o tres veces hice el intento de salir a la mar. Era imposible, lo vomitaba todo y hasta creo que parte de mi hígado boté en esos intentos. Mucho tiempo estuve sin chamba. Caminaba todos los días como un condenado. Ya me estaba aburriendo hasta que surgió el “Miráculo”. ¿Sabes Guillén qué es el “Miráculo”? Ya veo que te quedaste en la luna, tú que todo lo sabes. ¿Y qué vas a saberlo?, si yo fui el que inventó el “Miráculo”. No Guillén, no es “Oráculo”… no se trata de rezarle a nadie.
Para el “Miráculo” hay que tener mucha técnica, mucha habilidad. Si no dominas el asunto, mejor no te inicies en este importante e interesante método contra el aburrimiento. Escucha con atención Guillén; el “Miráculo” consiste en evaluar el culo de todas las hembritas que pasan por tu lado, no interesa la carabina, que puede ser fea o bonita. Tienes que mirar bien y a la vez con disimulo, porque sino corres el riesgo de hacer el ridículo o te puedes ganar una buena gramputeada. No vale evaluar de lejos, porque te puedes quincear y resulta que das punto a lo que no sirve. ¡Ah! te aconsejo que cuando te cruces con una jermita, nunca voltees a mirar descaradamente, eso no es tener clase o calidad. En esos casos, dejas caer el llavero y regresas a recogerlo. Entonces ya tendrás mejor campo visual y calificarás sin riesgo. Si el cruce es sorpresivo, haces una mueca pronunciada de haberte olvidado algo e intentas regresar.
En días normales alcanzas a calificar de 30 á 40 culos, en una evaluación estricta. Pero cuando sales por la plaza de armas, por la avenida Pardo, por las tiendas comerciales del Centro de Chimbote, calificas de 100 a 120 metafóricos culos como tú dices, o reverendos como yo los miro. Ahora si acudes por la Academia Euclides, la cuenta aumenta. Sí Guillén, éste es mi maravilloso invento que te confío y, no te escandalices mirándome como a un bicho raro. El “Miráculo” no es ninguna morbosidad, ni nada por el estilo. ¿Qué crees que miran los distinguidos jurados en los certámenes de belleza? ¡los culos Guillén!, así como me escuchas, los reverendos culos. Al final dicen: El concurso ha sido “espectacular”, porque precisamente espectacular viene de la raíz: espectar, mirar o lookear culos. Te das cuenta Guillén como también tiro mi inglés “lookear culos”, la doble o suena como u, do lo contrario sería loquear, que ya eso es otra cosa que enturbia la razón. Y escucha que esta vez no digo “Chinear” que no es sino mirar chinas o “servilletas”. En mi nuevo status social y a mi edad, en mis pocos y breves momentos libres, sigo deleitándome con la práctica del “Miráculo”. Pero cuando salgo de paseo con María Elena, mi esposa, me olvido de este ameno pasatiempo.
Mi suegra no sale con nosotros porque a mí no me pasa. El problema surgió porque quería que su Elenita se case de blanco, con bombo y platillos. Pero a propósito de bombo, cuando vivíamos nuestro corto noviazgo, a la Elenita ya la tenía en “bombo”. Cuando se enteró de esto mi suegra, casi se le cae el cielo encima y desde entonces conmigo a la distancia. La vieja tenía su carácter y disponía de todos los asuntos de su casa. Trabajaba junto a mis cuñadas en el negocio de los perfumes o en cualquier cambalache. En cambio el chino, mi suegro, era más relajado. El viejo dormía hasta las 11 de la mañana que era despertado por una de sus hijas para que tome su infaltable jugo de papaya. Luego de asearse y perfumarse, como puta arrepentida, desayunaba con todas las de la ley. Después cogía algún libro que leía hasta las 6.30 de la noche, que era la hora de ir al Club Miramar a timbear y jugar casino hasta la madrugada. Sí Guillén, mi suegro al igual que tú leía un montón de libros. Él afirma que de los libros sacó el nombre de María Elena, que fue una mujer muy bella que al ser robada originó la guerra de Troya. ¿Oye Guillén la palabra Troya no es lisura? Bueno, eso no interesa, lo importante es que tras las vacas flacas vienen las gordas. Te digo esto Guillén porque gracias a las buenas amistades y a las excelentes relaciones, logré el trabajito de supervisor en la Mina Yanacocha. El sueldo es bueno pero el clima es jodido, en las noches compadrito te cagas de frío, yo trato de soportar el tiempo que me lleve dejarme ver por los jefes, luego ni cojudo, busco un lugar apropiado donde dormir. En los socavones la situación es más crítica porque los gases tóxicos joden los pulmones de los mineros y hasta se afirma que la contaminación llega hasta la ciudad de Cajamarca. Para contrarrestar yo tomaba bastante leche, pero ya debo estar mal del hígado, puesto que como te comentaba Guillén, en los intentos de querer salir en las lanchas de tanto vomitar me he quedado jodido. Ahora cada vez que hago esfuerzo de tomar leche, se me afloja en “hortensio”. ¿Qué esta palabra es grosera? Tú siempre dices palabras correctas, pero son difíciles. Debo decir: se me aflojó… el qué… esfínter. Qué tal pendejo eres Guillén… esfínter… esfínter… esto me suena a pieza de carro.

Pese a todo debo admitir que yo soy un hombre con suerte; estoy trabajando y puedo venir a ver a mi familia y practicar mi “Miráculo” cada vez que me toca un descanso largo. Pero te has puesto a pensar Guillén, y yo sé que te alegras porque soy tu “pata”, somos como quien dice “uña y mugre”, si es que yo viniera aquí a Chimbote como Jefe de FONCODES por ejemplo, de seguro que te daría una manito. Aunque dirás que estoy diciendo huevadas, puesto que no soy pariente del Presidente de la República, ni soy político. Pero a decir verdad Guillén, ya quisiera tener tu labia y tu conocimiento; te juro que ahorita ya sería Ministro o Asesor del Presidente. Pero tú, José Guillén, sales todos los días, con tu libro bajo el brazo, en busca del cachuelito. Yo sé que esta situación de mierda desespera y no hay cuerpo que lo aguante. Sigue leyendo tus libros Guillén y, si te aburres, practica el “Miráculo” que la situación muy pronto cambiará.  

Nvo. Chimbote, 24 de mayo de 2002

Leonidas Delgado León

 

 

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